Un futuro donde la justicia alimentaria sea costumbre

Un grupo de cuatro mujeres labran la tierra con azadas.

República Dominicana. Justicia Alimentaria.

La República Dominicana es un mosaico de paisajes y culturas donde se entrelazan las cordilleras con el mar y las tradiciones ancestrales con la modernidad. El turismo, las exportaciones agrícolas o las inversiones extranjeras han provocado un cierto crecimiento económico que, sin embargo, no ha erradicado las profundas desigualdades que persisten en la sociedad dominicana. Como en tantos otros lugares del mundo, en este país de contrastes, quienes trabajan y cuidan de la naturaleza, se enfrentan a una serie de desafíos que amenazan su subsistencia. Y, mientras, la tierra permanece en manos de unas pocas familias latifundistas y en beneficio de las grandes empresas agroalimentarias.

“Uno de los retos más grandes es que las y los campesinos tengamos acceso a los servicios básicos de calidad, que la juventud no tenga que seguir migrando del campo a la ciudad, que la tierra esté en manos del campesinado y que las mujeres estemos en condiciones de igualdad”, resalta Katerina Tatiana Cabrera, lideresa campesina de la comunidad Mana, Provincia de San Cristóbal, al Sur del país. Personas como ella representan el corazón y un eslabón vital del entramado agrícola dominicano que, a pesar de las adversidades, resisten y luchan por un futuro mejor.

Muestra de productos agrícolas de las productoras de San Juan de la Manguan.
Productos agrícolas de las productoras de San Juan de Manguan. Foto: Justicia Alimentaria.

Con un enfoque centrado en las personas y en la tierra que cultivan, Justicia Alimentaria trabaja mano a mano con 1500 familias campesinas en una iniciativa comprometida con la promoción de la agroecología y la defensa de los derechos de las comunidades rurales. Una de las claves del proyecto son las mujeres como agentes de cambio en la producción de alimentos y como promotoras de la igualdad de género.

Katerina Tatiana Cabrera,

“Uno de los retos más grandes es que las y los campesinos tengamos acceso a los servicios básicos de calidad, que la juventud no tenga que seguir migrando del campo a la ciudad, que la tierra esté en manos del campesinado y que las mujeres estemos en condiciones de igualdad”.

A través de la Escuela de Formación Política de la Confederación de Mujeres del Campo y otras organizaciones campesinas, se ha impulsado un proceso formativo que desafía los estereotipos de género y fortalece las capacidades de las mujeres como lideresas comunitarias. Para Katerina este proyecto “ha conectado con los intereses de los y las campesinas y ha mejorado la vida de las comunidades en el largo plazo: las herramientas brindadas por los agroecólogos y la metodología enseñada han sido el punto clave para el éxito y la desconstrucción y construcción de conocimientos”.

Justicia Alimentaria apuesta por fortalecer las alianzas con las organizaciones campesinas y otras redes respetando sus conocimientos ancestrales y valorando su papel como guardianes de la tierra y la biodiversidad. “Es la ONG que más presente tiene al movimiento campesino, lleva en su agenda los mismos temas que tenemos como organizaciones y, por eso, hacemos tan buen trabajo”, relata Katerina. “Seguimos poniendo en práctica los conocimientos obtenidos, produciendo alimentos, aprovechando los recursos sin dañar a la madre naturaleza y contribuyendo a la resiliencia ante el cambio climático”, resalta la lideresa. Juntas, enfrentan el desafío de promover sistemas alimentarios que respeten el medioambiente y comparten el sueño de un mundo donde la justicia alimentaria sea la realidad de los y las campesinas.

Katerina Tatiana Cabrera,

“Lo importante es soñar, como decía Galeano, y la mejor forma de agradecer a la madre tierra es seguir trabajando en mi pequeño conuco agroecológico. Es el granito que aporto al sostenimiento de una agricultura amigable con el medioambiente”.

Todo este trabajo no solo se traduce en acciones concretas en el territorio, sino también en un papel articulador entre la sociedad civil y las autoridades locales que facilita el diálogo y la búsqueda de soluciones a los desafíos que enfrentan las comunidades rurales. “Dentro de nuestros planes organizativos se encuentra seguir haciendo incidencia en políticas públicas para que cada uno de los retos pueda ir siendo superado”. Cuando Katerina imagina una vida donde la justicia alimentaria sea la realidad de todas las familias campesinas señala que “lo importante es soñar, como decía Galeano, y la mejor forma de agradecer a la madre tierra es seguir trabajando en mi pequeño conuco agroecológico. Es el granito que aporto al sostenimiento de una agricultura amigable con el medioambiente”.

Scroll al inicio