Letras que sanan, tejen sueños y futuro

Chad. Entreculturas.

Papeles, rotuladores y lápices se esparcen por las esterillas de colores que cubren el suelo de la clase. De rodillas o recostadas, inclinadas sobre las hojas, diez niñas esbozan con trazos de colores fantasía y realidad. Salma Khalil se mueve entre las participantes del taller, dirigiendo el proceso artístico. “Ahora pasaremos a dibujar vuestra casa, ¿Quién vive en ella? ¿Qué hacen los adultos? ¿Y los niños y niñas?”

Salma Khalil Alieu es una artista multidisciplinar chadiana. Colabora con Entreculturas y el Servicio Jesuita a Refugiados-Chad en el proyecto “La Luz de las Niñas” que apoya a niñas refugiadas víctimas de la violencia para fortalecer su capacidad de expresión, decisión y empoderamiento. A través de talleres de escritura e ilustración con las niñas, ha logrado realizar un libro conjunto “Afaf y el Huevo Dorado” en el que se plasman sus historias y perspectivas de futuro.

Un cúmulo de bocetos de incendios, balas, maletas vacías, vehículos y ríos da forma a las diferentes historias de huida que guardan las jóvenes. Al mismo tiempo, maestras, empresarias exitosas, y conductoras plasman los proyectos que muchas guardan para su futuro. “Los estudios son importantes para mí porque aprendo y porque quiero manejar un avión”, comenta Afrah Ahmad, una de las niñas, “quiero ir de un pueblo a otro y ayudar a mis padres”.

Un libro con historias y sueños

El cuento infantil de Afaf y el Huevo Dorado, escrito e ilustrado por Salma, nace de seis talleres como este, celebrados a finales de noviembre de 2020 en tierras chadianas. Afaf, la protagonista de la historia y el resto de habitantes del pueblo Bonheur Bonheur parecen surgir de la más pura fantasía. Sin embargo, son un fiel reflejo del imaginario, recuerdos y vida cotidiana de las niñas en situación de desplazamiento forzoso en Chad.

Para este proyecto, realizado con Entreculturas (EC) y el Servicio Jesuita al Refugiado (JRS) Chad en el marco de la Campaña La Luz de las Niñas, Salma se encontró con más de sesenta niñas y chicas adolescentes en tres campamentos de personas refugiadas: el asentamiento de desplazados urbanos en Gaoui, Yamena, así como los campos de Kounoungou y Farchana, ambos al este del país. En Gaoui, gran parte de las participantes de los talleres provenía de la República Centroafricana (RCA), mientras que, en los campamentos en el extremo oriental del país, la mayoría eran sudanesas. Varias habían nacido en los campos, consideradas refugiadas desde su llegada al mundo.

“El objetivo del libro es dejar a las niñas que se expresen y utilizar su labor para realizar un cuento que sirva de ejemplo para todos estos niños y niñas”, explica Salma. Busca que sirva de ejemplo y que ayude a fomentar la paz y convivencia, a la par que crear referentes y oportunidades. En contextos de vulnerabilidad a causa del desplazamiento forzoso y la escasez de recursos, las niñas y chicas adolescentes están aún más expuestas a violencias de todo tipo, tales como la discriminación de género, la explotación doméstica, los embarazos prematuros o los matrimonios forzados. Para miles de niñas en el mundo, las obligaciones en la casa y la falta de material escolar suponen un gran obstáculo para dedicar tiempo a los estudios, jugar o relacionarse con otras niñas y niños.

“Las tareas en casa no se acaban nunca,” relata Sawakine, adolescente sudanesa del segundo taller en Kounoungou, “Si haces la colada y no te queda nada más por hacer, puedes abrir el cuaderno y repasar aquello que has aprendido en la escuela.” Sawakine se autorretrata con un diploma en la mano porque afirma que la educación es clave para construir un futuro.

“Las niñas estudiamos para nuestro propio bien”. “El día de mañana cuando sea mayor podré hacer todo. Podré ayudar a mi familia si lo necesita.” Manara en Gaoui.

Todo lo vivido al dejar su tierra sigue aún muy presente en los relatos y recuerdos de muchas. Manazi, residente en Gaoui, ha ilustrado la carretera, los árboles y al conductor que les llevó a ella, a su hermana y a su madre al aeropuerto para huir hacia Yamena desde su casa en RCA. “El combate comenzó al lado de casa,” relata la niña, “los [cristianos] y los musulmanes luchaban entre ellos, nadie recogía los muertos, quedaban tirados en la ruta”, esboza también una maleta vacía, salieron con lo puesto.

La ilustración de Sawakine se remonta a 2008: “Nos perseguían. Venían en coche con armas. Muchos murieron. Salimos sin zapatos y yo estaba en shock”. Dice que se encontraba enferma, aunque ahora ya está recuperada y quiere trabajar como conductora para las ONG del campo.

Foto tomadas durante los talleres creativos que organiza la artista chadiana Salma Khalil junto a niñas refugiadas. Foto: Irene Galera.

Letras y frases que sanan

“Estas niñas han relatado a su manera todo aquello que han visto en el trayecto, por ejemplo, la violencia o asesinatos, a través de las imágenes,” comenta Salma, “esto ha sido muy importante para permitirles exteriorizar todo este conjunto de cosas que han vivido.” Los cuentos relatados por las niñas comienzan con una historia de marcha, de dejar atrás aquello más querido en búsqueda del bienestar en otra tierra. La misma Salma cuenta con una historia de exilio, vivida durante la guerra civil de 2005-2010. “Durante la infancia, puede ser muy traumático, desestabilizador, pero estas niñas se han recuperado con responsabilidad y con valor”, afirma la ilustradora, “el trabajo con estas niñas ahora me ha permitido sumergirme en esta situación [personal] y comprender.”

“Leer este libro es importante para nosotras [niñas y chicas jóvenes] porque nos ayuda poco a poco, nos enseña que podemos hacer lo mismo que [las mujeres en el cuento] han hecho», explica la centroafricana Habiba desde Gaoui.

Para las niñas, compartir cuentos y canciones y conocer la obra de Salma (cargada del amor por las culturas africanas, el compromiso social y el empoderamiento femenino) han sido también una parte importante de los seis encuentros entre la creativa y las participantes, brindando nuevas perspectivas y referentes acerca del rol de la mujer en la sociedad. “Quiero dibujar a gente como tú”, comenta a Salma Afrah, refugiada en la capital, “por eso voy a convertirme en ilustradora y enseñar a los niños a dibujar«.

“A medida que el taller avanzaba, y que desarrollábamos cuentos en los que la heroína era una niña, inmediatamente afirmaban que el pueblo puede ser guiado por una mujer,” explica Salma, “Han concluido que son las mujeres quienes dirigen la casa, quienes hacen que el mundo se mueva”.

Si piensa en el futuro, otra de las niñas, Salima, no puede decidir si desea continuar o en Chad o cruzar a Sudán. Oficialmente, la joven es sudanesa, pero nació en Farchana, y nunca ha salido del campo. “Viviré donde esté bien, donde haya educación y tranquilidad», cuenta.

Salma reflexiona: “hay que trabajar desde la base, desde la educación para que estas situaciones de violencia se acaben algún día. Muchas niñas finalizan sus cuentos deseando que todos estén en paz y haciendo una gran fiesta. Nadie quiere abandonar su tierra. Tenemos que trabajar juntas para erradicar esta situación”

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