Ellas, libres y fuertes: Honduras

Blanca Guevara tiene un sueño: poner fin a todas las formas de discriminación hacia las mujeres y las niñas. “Quisiera que ya no hubiese más maltrato y golpes, que paren por completo los feminicidios y que el acceso a la justicia para las mujeres sea acorde con lo establecido por la ley”, manifiesta así su deseo de una participación ciudadana plena y sin discriminación para todas.

Esta activista comprometida pertenece a la Asociación de Mujeres Defensoras de la Vida (AMDV), socia local de la ONG española Amigos de la Tierra en Honduras. Natural de la ciudad de Choluteca, en la región del Golfo de Fonseca, su labor es reconocida sobre todo en el Sur del país. Promotora en la lucha por los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de las mujeres, se caracteriza por su ahínco en la defensa del territorio y la vida.

Hablar sobre feminismo y sobre defensa de los derechos de las mujeres puede resultar sumamente complicado en una nación con una tasa de 215 denuncias por violencia de género cada cien mil habitantes. Esta violencia en realidad es mucho mayor debido a la presencia de maras y a las presiones sociales que impiden que salgan a la luz la mayoría de los casos.

Blanca ayuda a las mujeres que se atreven a denunciar en los tribunales donde aboga por el “respeto a los derechos humanos y la justicia social”. Tras años de recibir agresiones verbales y amenazas contra su vida, asegura que “no es tarea fácil, el peligro puede venir de cualquier parte”.

Entre sus mayores enemigos se encuentran las mismas autoridades locales, los trabajadores de empresas extractivistas nacionales e internacionales y, por supuesto, los agresores de mujeres denunciados ante los tribunales. Pone especial énfasis en los riesgos de las trabajadoras del campo y su entorno, que sufren “falta de seguridad” e “impunidad de los agresores”.

La falta de fondos y la desprotección

La actividad de la organización hondureña y sus trabajadoras está limitada por los fondos económicos de los que disponen. Los proyectos, en gran parte orientados a salvaguardar la vida de las mujeres y promover la equidad de género, se ven afectados negativamente por la merma del presupuesto que vienen experimentando los últimos años. Un ejemplo fue la cancelación del programa de acompañamiento de víctimas en el municipio de Orocuina (Choluteca) por falta de recursos, lo que deja más solas a las mujeres que quisieran denunciar violencia y abusos.

A pesar de las dificultades, AMDV y Amigos de la Tierra han colaborado para la conformación de la Red Regional de Mujeres del Sur, que coordina la protagonista de esta historia de lucha. Esta red aglutina a más de 1.200 defensoras, representantes de aldeas de los 26 municipios de los departamentos de Choluteca, Valle y El Paraíso.

“Como grupo activo en lucha de los derechos de la mujer, intentamos vivir la sororidad y el respeto a la interculturalidad”, destaca Blanca como características de su organización. Cuenta que sus proyectos se “adaptan al momento” y “necesidades de cada comunidad”, ya que “a lo largo de los años el panorama para el ejercicio del derecho de las mujeres ha cambiado”.

En sus primeros años, las entidades hondureñas se enfrentaban a la violencia doméstica o baja participación organizativa. Ahora es más grave: desde feminicidios, trata de personas, embarazos en adolescentes hasta violaciones especiales.

También se involucran en luchas por el acceso a los bienes comunes, la defensa del territorio y oportunidades de generación de ingresos y autoempleo. Ofrecen asesoramiento y formaciones para que las mismas mujeres puedan actuar en sus comunidades rurales como delegadas municipales y como consejeras legales.

Creemos que es importante ir transformando esas relaciones de poder entre hombres y mujeres”, expone Blanca orgullosa del trabajo que realiza apoyando a mujeres, y el que le queda: “Puede ser de madrugada, pero yo el teléfono siempre lo respondo.”

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