“Todavía tengo tiempo, todavía tengo años para vivir” Palestina

“Estuve casada casi 37 años; pero al final, tomé mi decisión y rompí con él porque vivía una vida llena de violencia. Tardé tanto porque tuve varias hijas y un hijo; no podría dejarlos ya que su padre se casaría con otra mujer que los trataría mal, decidí quedarme con mis hijos hasta que se casaran.”

Maisa y Fátima son trabajadoras de la clínica especializada en la atención a mujeres que apoya la ONG española Alianza por la Solidaridad en Palestina. Ellas fueron las que  atendieron, escucharon o apoyaron a esta madre de 50 años, psicológicamente cansada, maltratada, en el sótano de la casa familiar bajo condiciones pésimas y la “animaron a vivir”. Según ella misma cuenta: “Sí, todavía tengo tiempo, todavía tengo años para vivir. Puedo trabajar y mantenerme sin necesidad de nadie.”

Los territorios Palestinos (franja de Gaza y Cisjordania) han ido desapareciendo progresivamente del foco mediático y de la agenda política. Las constantes violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional por parte de Israel, la potencia ocupante, tienen un serio impacto en la vida de su ciudadanía, sin que se atisbe una solución cercana.

Aproximadamente 2,5 millones de personas, más de la mitad de la población (4,8 millones), requieren asistencia humanitaria y se encuentran en una situación vulnerable. Es un rincón del mundo que lleva décadas siendo víctima de conflictos bélicos, políticos y religiosos; donde las mujeres y las niñas son uno de los colectivos más afectados. Según un estudio llevado a cabo por la Autoridad Nacional Palestina, el 37% de las mujeres casadas han sufrido violencia de género: 30% en Cisjordania y el 51% en la Franja de Gaza. 

La mayoría de casos son perpetrados por sus maridos, muchos otros casos no son reportados y muchos otros, repudiados por la familia. En la última encuesta del Gobierno se muestra una “sorprendente” bajada de las denuncias. Datos que según muchas ONG “no se ajustan a la realidad” y señalan un problema de metodología al llevar a cabo la recopilación de cifras.

Los tres pilares: prevenir, asistir y fortalecer

Alianza y sus socias locales llevan desde 1993 en el territorio ocupado palestino y desde hace diez, trabajando con mujeres y niñas. Abordan principalmente los problemas derivados del sistema patriarcal en el que todas ellas viven y apoyan a las asociaciones feministas. Se enfrentan a una cultura que somete a las mujeres a situaciones de dependencia económica, vulnerabilidad y discriminación con altos niveles de violencia de género, pobreza y escasas oportunidades de desarrollo.

Mariam es una de las responsables de que la ayuda llegue a las mujeres que lo necesitan. Tiene 70 años y pronto se jubilará. Pese a no haber podido estudiar cuando era joven, lleva 46 años trabajando como secretaria en una de las clínicas de Hal Hul (Cisjordania). Ella cuenta que “el primer año de abrir la clínica la gente no nos conocía, hacíamos trabajo de campo en reuniones de mujeres, explicábamos nuestro trabajo en las clínicas más alejadas y ofrecíamos nuestros servicios”. Pronto la comunidad empezó a conocer su labor y actualmente, distribuyen más de 400 bolsas de píldoras anticonceptivas y tienen unas 450 intervenciones al mes. 

Para cerrar el círculo de intervención es fundamental prestar servicios multisectoriales, transversales que acompañen a las mujeres durante todo el proceso. Por esta razón, Alianza también destina fondos a proyectos de atención psicológica, consejo legal, y desarrollan pequeñas iniciativas para favorecer la independencia económica de las participantes. Las visitas a domicilio o los talleres formativos que se organizan ayudan a identificar las necesidades de la población local y combatir la violencia de género desde los hogares. Un ambiente en el que se enfrentan a prácticas como el matrimonio temprano y la prohibición del uso de métodos de planificación familiar, entre otras dificultades.s

“Nuestra clínica es un espacio seguro para las mujeres”, reflexiona con orgullo Mariam. Allí anima a todas las jóvenes a que antes de casarse, estudien: “Cuando las mujeres reciben educación, trabajan y son capaces de tomar cualquier decisión que afecta a sus vidas.”

Las mujeres palestinas ostentan la tasa de participación en el mercado laboral más baja del mundo, a la vez que soportan la mayor parte de las responsabilidades familiares y de cuidados. Las organizaciones que colaboran con Alianza fomentan programas para fortalecer las capacidades profesionales de las mujeres y apoyan iniciativas de generación de ingresos y empleo. “Gracias a la clínica, conseguí apoyo psicológico y comencé a trabajar con la máquina de coser para poder ganar dinero, ya que no pude estudiar”, cuenta aquella madre reconvertida en costurera que comenzaba esta historia.  

Entre el caos social y político, los continuos saqueos y bombardeos a lo largo de los años, tanto ella como Mariam cuentan sus historias a todas las mujeres de la comunidad que necesiten oírla. Luchan, junto a muchas otras, para que las mujeres palestinas recuperen sus derechos, para que les devuelvan su vida plena. 

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